Economías regionales, aún a la espera

Recibieron un envión con la quita de retenciones y la salida del cepo cambiario, pero eso no es suficiente para que despeguen; hace falta una reconversión, un financiamiento más accesible, una mejora logística y un acuerdo Mercosur-Unión Europea

Apenas asumió Mauricio Macri, en diciembre de 2015, quitó las retenciones a las exportaciones locales (menos a la soja) y levantó el cepo cambiario, dos medidas que fueron recibidas con aplausos por los productores de las economías regionales. Pero pasaron dos años y medio desde esos anuncios y la realidad mostró que eso no fue suficiente para lograr el despegue de sectores que arrastran desde hace tiempo una enorme necesidad de reconversión y dependen para ganar competitividad, no solo del tipo de cambio, sino también de una adecuada infraestructura construida por el Estado.

La demora en el repunte está explicada por varias razones. La primera de ellas es que muchas de las medidas del Gobierno estuvieron calibradas para explotaciones de la Pampa Húmeda, más que para las producciones regionales que manejan otras variables, entre las que se destaca el hecho de ser mano de obra intensiva.

Jorge Vasconcelos, investigador jefe del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), dice que el atraso cambiario afectó mucho más a estas economías que a la agricultura o ganadería tradicional. «Por eso, no hubo en general grandes inversiones o una salida agresiva a buscar nuevos mercados, como se esperaba».

Otra traba importante es la precariedad logística que perdura en el país, porque es verdad que hay inversiones en infraestructura, pero hasta que no se finalizan las obras que conectan con éxito un punto con otro, es lo mismo que nada. Y, obviamente, eso afecta proporcionalmente más a las economías alejadas de los puertos.

Para Vasconcelos, un «anabólico» crucial sería que la negociación del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) llegara a buen puerto, porque la mayoría de estas economías tienen desventajas con sus competidores que ya tienen acuerdos comerciales con los mercados más relevantes. «Por ejemplo, en el caso del limón, el principal instrumento procompetitividad es la firma de ese convenio», señala.

Justamente desde la industria limonera, Lucas Méndez Tronge, director de Citrícola San Miguel y secretario de Federcitrus, comenta que la quita del 5% de retenciones y la salida del cepo fueron fundamentales para dar oxigeno, pero después está la inflación que achica los márgenes de rentabilidad. «Además, no es posible duplicar la producción en solo dos años», agrega.

El sector limonero, que este año exportará 270.000 toneladas de fruta fresca y enviará otro millón de toneladas para procesar, padeció mucho las lluvias esta temporada. Su objetivo es consolidar los mercados nuevos, como Estados Unidos, México y Brasil, y abrir la plaza de Colombia.

Dante Sica, director de la consultora Abeceb, afirma que después de la última devaluación las economías regionales recibieron un poco de aire, pero advierte que no tienen que perder la atención en hacer una reconversión productiva y en reclamar al sector público. «Que tienda a normalizarse la economía, con la eliminación de restricciones para exportar, la desburocratización de procesos y el avance en infraestructura vial, es un gran avance», indica.

Claro que esa reconversión que reclama Sica está trabada por otra debilidad del país: la falta de financiamiento accesible, que le permita a los productores enfrentar una costosa transformación de su actividad (y aguantar el tiempo que, por causa de esa mutación, tengan improductivas sus explotaciones).

Un sector que ya vivió su reconversión es el del vino, asentado sobre todo en Cuyo, pero cada vez más extendido a otras provincias. Aún así, no atraviesa un buen momento. «La industria esta en crisis, con una caída en volumen y rentabilidad, tanto en el mercado domestico como en el exterior. Venimos de cerrar una buena cosecha en calidad y un volumen mayor respecto de los dos últimos años, pero aun sin recuperar los quintales históricos», explica Rafael Squassini, director comercial de bodega Dante Robino.

Las medidas de Macri ayudaron para poder transmitir al mundo que las reglas de juego en la Argentina son mas claras, pero la industria aun no lo puede ver reflejado en ganancias por la pérdida de competitividad que sufre.»Necesitamos una política heterogénea, que reduzca los costos, incentive el consumo y combata la inflación», reclama Squassini.

Si bien es cierto que la devaluación del peso (30% desde mediados de abril) mejoró la competitividad de las producciones regionales, mucha de esa ganancia se la «come» la inflación (con la actual política fiscal y monetaria es probable que ese «robo» sea menor que en las últimas experiencias devaluatorias)

Así y todo, desde la Secretaría de Industria de la Nación destacan dos sectores que muestran una mejora. «La pesca creció tanto en capturas (+9%) como en exportaciones (+16%) en 2017, y seguirá por la misma senda este año. En la industria olivícola, las exportaciones de aceite llegaron al récord de U$S152 millones y se duplicó la producción en 2017», destacan.

En el Alto Valle de Río Negro, en tanto, hay un sector que está expectante. Es el de las peras y manzanas, que emplea a 50.000 personas en forma directa y 15.000 indirectas. Marcelo Loyarte, gerente general de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), cuenta que su actividad pierde dinero desde hace años (US$500 millones entre 2014 y 2015). «Estamos a la espera, porque vemos que el Gobierno tiene en claro que la presión fiscal es muy alta y también somos conscientes de que en la medida que haya un horizonte claro de rentabilidad van a volver las inversiones», confía.

Loyarte toca un tema sensible para todas estas economías: la presión tributaria. Según Vasconcelos, el pacto fiscal no tuvo un sesgo pro economías regionales (ver recuadro). «Obviamente que la reducción de Ingresos Brutos sobre la producción beneficia, pero eso es una secuencia y en el arranque no se percibe mucho», acota el economista.

Una economía esperanzada es la del azúcar, pero eso se debe a la aparición de un factor inesperado: el régimen de promoción del bioetanol (que obliga a las petroleras a incluir 12% de bioetanol en las naftas). «Eso le ha dado una enorme intensidad al sector y le ha generado un proceso de transformación inmenso», subraya Hernán Maurette, presidente del Centro Azucarero. «Este fenómeno tiene gran impacto geopolítico, porque se produce en una zona lejana de los puertos», agrega.

Carlos Coppoli, gerente de Marketing del Instituto Nacional de Yerba Mate, dice que este año arranca con recuperación de hoja verde y una merma en salida de mercado. La cantidad de hectáreas y de productores no varían. «Las exportaciones vienen aumentando, pero ahí juega mucho Siria, porque es el principal mercado, con 25 millones de kilos. Como está en guerra, caen las ventas ahí», precisa.

Gustavo Redondo es, gerente Comercial de CBSé. Precisa que la cosecha de este año va a ser muy buena, incluso superando el rinde del año pasado, que fueron 260 millones de kilos de consumo interno y 30 millones de exportación.

En Córdoba, el polo manicero está preocupado. Los precios internacionales mejoraron (la tonelada de maní blancheado cotiza a unos US$1500 la tonelada/costo flete en Rotterdam), pero los productores entienden que la suba no compensará la pérdida de volumen. Javier Martinetti, presidente de la Cámara Argentina del Maní, estimó que las exportaciones este año caerán alrededor de 25% (de 540.000 toneladas en la campaña pasada a 400.000).

En el litoral, zona de naranjas y mandarinas, luego de años de abundantes lluvias, ocurrió un fenómeno de sequía que hizo aparecer diversas enfermedades e influyó para que los calibres obtenidos fueran inferiores a los requeridos por el mercado. «Si bien el consumo interno está un tanto deprimido, los precios obtenidos fueron buenos, en comparación con otras temporadas. Sobre todo, para los productores que pudieron llegar a las exigencias de tamaño», indicó Juan Pablo Stivanello, consultor de empresas citrícolas.

Así dadas las cosas, el cohete de las economías regionales despega; todavía hay amarras que lo mantienen en tierra y que impiden que se convierta en motor de una Argentina que necesita de él para atraer inversiones, crear empleo y generar dólares.

Fuente: lanacion.com.ar

2018-06-05T09:14:28-03:00

Economías regionales, aún a la espera

Recibieron un envión con la quita de retenciones y la salida del cepo cambiario, pero eso no es suficiente para que despeguen; hace falta una reconversión, un financiamiento más accesible, una mejora logística y un acuerdo Mercosur-Unión Europea

Apenas asumió Mauricio Macri, en diciembre de 2015, quitó las retenciones a las exportaciones locales (menos a la soja) y levantó el cepo cambiario, dos medidas que fueron recibidas con aplausos por los productores de las economías regionales. Pero pasaron dos años y medio desde esos anuncios y la realidad mostró que eso no fue suficiente para lograr el despegue de sectores que arrastran desde hace tiempo una enorme necesidad de reconversión y dependen para ganar competitividad, no solo del tipo de cambio, sino también de una adecuada infraestructura construida por el Estado.

La demora en el repunte está explicada por varias razones. La primera de ellas es que muchas de las medidas del Gobierno estuvieron calibradas para explotaciones de la Pampa Húmeda, más que para las producciones regionales que manejan otras variables, entre las que se destaca el hecho de ser mano de obra intensiva.

Jorge Vasconcelos, investigador jefe del Instituto de Estudios Económicos sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral), dice que el atraso cambiario afectó mucho más a estas economías que a la agricultura o ganadería tradicional. «Por eso, no hubo en general grandes inversiones o una salida agresiva a buscar nuevos mercados, como se esperaba».

Otra traba importante es la precariedad logística que perdura en el país, porque es verdad que hay inversiones en infraestructura, pero hasta que no se finalizan las obras que conectan con éxito un punto con otro, es lo mismo que nada. Y, obviamente, eso afecta proporcionalmente más a las economías alejadas de los puertos.

Para Vasconcelos, un «anabólico» crucial sería que la negociación del acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE) llegara a buen puerto, porque la mayoría de estas economías tienen desventajas con sus competidores que ya tienen acuerdos comerciales con los mercados más relevantes. «Por ejemplo, en el caso del limón, el principal instrumento procompetitividad es la firma de ese convenio», señala.

Justamente desde la industria limonera, Lucas Méndez Tronge, director de Citrícola San Miguel y secretario de Federcitrus, comenta que la quita del 5% de retenciones y la salida del cepo fueron fundamentales para dar oxigeno, pero después está la inflación que achica los márgenes de rentabilidad. «Además, no es posible duplicar la producción en solo dos años», agrega.

El sector limonero, que este año exportará 270.000 toneladas de fruta fresca y enviará otro millón de toneladas para procesar, padeció mucho las lluvias esta temporada. Su objetivo es consolidar los mercados nuevos, como Estados Unidos, México y Brasil, y abrir la plaza de Colombia.

Dante Sica, director de la consultora Abeceb, afirma que después de la última devaluación las economías regionales recibieron un poco de aire, pero advierte que no tienen que perder la atención en hacer una reconversión productiva y en reclamar al sector público. «Que tienda a normalizarse la economía, con la eliminación de restricciones para exportar, la desburocratización de procesos y el avance en infraestructura vial, es un gran avance», indica.

Claro que esa reconversión que reclama Sica está trabada por otra debilidad del país: la falta de financiamiento accesible, que le permita a los productores enfrentar una costosa transformación de su actividad (y aguantar el tiempo que, por causa de esa mutación, tengan improductivas sus explotaciones).

Un sector que ya vivió su reconversión es el del vino, asentado sobre todo en Cuyo, pero cada vez más extendido a otras provincias. Aún así, no atraviesa un buen momento. «La industria esta en crisis, con una caída en volumen y rentabilidad, tanto en el mercado domestico como en el exterior. Venimos de cerrar una buena cosecha en calidad y un volumen mayor respecto de los dos últimos años, pero aun sin recuperar los quintales históricos», explica Rafael Squassini, director comercial de bodega Dante Robino.

Las medidas de Macri ayudaron para poder transmitir al mundo que las reglas de juego en la Argentina son mas claras, pero la industria aun no lo puede ver reflejado en ganancias por la pérdida de competitividad que sufre.»Necesitamos una política heterogénea, que reduzca los costos, incentive el consumo y combata la inflación», reclama Squassini.

Si bien es cierto que la devaluación del peso (30% desde mediados de abril) mejoró la competitividad de las producciones regionales, mucha de esa ganancia se la «come» la inflación (con la actual política fiscal y monetaria es probable que ese «robo» sea menor que en las últimas experiencias devaluatorias)

Así y todo, desde la Secretaría de Industria de la Nación destacan dos sectores que muestran una mejora. «La pesca creció tanto en capturas (+9%) como en exportaciones (+16%) en 2017, y seguirá por la misma senda este año. En la industria olivícola, las exportaciones de aceite llegaron al récord de U$S152 millones y se duplicó la producción en 2017», destacan.

En el Alto Valle de Río Negro, en tanto, hay un sector que está expectante. Es el de las peras y manzanas, que emplea a 50.000 personas en forma directa y 15.000 indirectas. Marcelo Loyarte, gerente general de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), cuenta que su actividad pierde dinero desde hace años (US$500 millones entre 2014 y 2015). «Estamos a la espera, porque vemos que el Gobierno tiene en claro que la presión fiscal es muy alta y también somos conscientes de que en la medida que haya un horizonte claro de rentabilidad van a volver las inversiones», confía.

Loyarte toca un tema sensible para todas estas economías: la presión tributaria. Según Vasconcelos, el pacto fiscal no tuvo un sesgo pro economías regionales (ver recuadro). «Obviamente que la reducción de Ingresos Brutos sobre la producción beneficia, pero eso es una secuencia y en el arranque no se percibe mucho», acota el economista.

Una economía esperanzada es la del azúcar, pero eso se debe a la aparición de un factor inesperado: el régimen de promoción del bioetanol (que obliga a las petroleras a incluir 12% de bioetanol en las naftas). «Eso le ha dado una enorme intensidad al sector y le ha generado un proceso de transformación inmenso», subraya Hernán Maurette, presidente del Centro Azucarero. «Este fenómeno tiene gran impacto geopolítico, porque se produce en una zona lejana de los puertos», agrega.

Carlos Coppoli, gerente de Marketing del Instituto Nacional de Yerba Mate, dice que este año arranca con recuperación de hoja verde y una merma en salida de mercado. La cantidad de hectáreas y de productores no varían. «Las exportaciones vienen aumentando, pero ahí juega mucho Siria, porque es el principal mercado, con 25 millones de kilos. Como está en guerra, caen las ventas ahí», precisa.

Gustavo Redondo es, gerente Comercial de CBSé. Precisa que la cosecha de este año va a ser muy buena, incluso superando el rinde del año pasado, que fueron 260 millones de kilos de consumo interno y 30 millones de exportación.

En Córdoba, el polo manicero está preocupado. Los precios internacionales mejoraron (la tonelada de maní blancheado cotiza a unos US$1500 la tonelada/costo flete en Rotterdam), pero los productores entienden que la suba no compensará la pérdida de volumen. Javier Martinetti, presidente de la Cámara Argentina del Maní, estimó que las exportaciones este año caerán alrededor de 25% (de 540.000 toneladas en la campaña pasada a 400.000).

En el litoral, zona de naranjas y mandarinas, luego de años de abundantes lluvias, ocurrió un fenómeno de sequía que hizo aparecer diversas enfermedades e influyó para que los calibres obtenidos fueran inferiores a los requeridos por el mercado. «Si bien el consumo interno está un tanto deprimido, los precios obtenidos fueron buenos, en comparación con otras temporadas. Sobre todo, para los productores que pudieron llegar a las exigencias de tamaño», indicó Juan Pablo Stivanello, consultor de empresas citrícolas.

Así dadas las cosas, el cohete de las economías regionales despega; todavía hay amarras que lo mantienen en tierra y que impiden que se convierta en motor de una Argentina que necesita de él para atraer inversiones, crear empleo y generar dólares.

Fuente: lanacion.com.ar

2018-06-06T09:13:32-03:00
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