Ese parece ser el objetivo para la citricultura del país centroamericano que ha retrocedido considerablemente en los últimos años.
El cítrico en Cuba marchaba como se dice «viento en popa». Era hasta hace unos años de las producciones agrícolas consolidadas y en franco desarrollo. El estable y ascendente suministro para el consumo interno y la exportación ratificaban la viabilidad económica de este programa al cual el país dedicó costosos recursos.
A partir del 2004 comenzó una inesperada baja en los rendimientos agrícolas y en los volúmenes que se comercializaban. Por entonces la Empresa Citrícola de Ceiba en La Habana con más de 4 000 hectáreas especializadas en ese cultivo suministraba a la capital entre 50 000 y 60 000 toneladas anuales de naranja y otras variedades. La depresión en cambio alcanzó tal magnitud que en el 2009 por ejemplo la población de Ciudad de La Habana recibió menos de 10 000 toneladas.
La respuesta a todo lo expresado se concentraba en un hecho objetivo: a nivel nacional la terrible plaga conocida como el Dragón Amarillo o huanglongbing había hecho irrupción en el territorio nacional.
De todas las variedades la siempre gustada naranja dulce constituye el «plato fuerte» entre los cítricos. Por eso su ausencia de las tarimas ha sido tan lamentable. Al estar el huanglongbing extendido en campos de todo el país se dificulta el apoyo que otros territorios pudieran dar a los capitalinos en el suministro de esos renglones.
Las 96 000 toneladas acopiadas por la empresa de Ceiba en el 2003 convirtieron la producción del periodo en elemento estratégico para el colectivo al colocarlo a las puertas de las 100 000 toneladas y sellar el compromiso suscrito al crearse la entidad.
Lamentablemente el huracán Charles derribó en el 2004 el 90% de la producción del año arrancó de raíz más de 50 000 plantas y otras miles perdieron gran parte de sus ramas.
Por ese tiempo se hicieron visibles los primeros y demoledores estragos de la enfermedad descubierta hace siglos en el continente asiático y de la que Cuba dio cuenta en el 2007. Esta junto a condiciones climáticas adversas causaron un daño de tal magnitud que hizo bajar a unas 21 500 toneladas lo comercializado por la empresa habanera en el 2009.
Los estudiosos del tema demostraron que una vez infectada la planta es imposible la cura al no existir ni variedad ni patrón resistente a esa bacteria. El control es exclusivamente preventivo mediante el manejo del vector y el uso de semillas certificadas.
La poca efectividad de la poda obliga a la eliminación inmediata de las plantas enfermas lo cual se realiza en Ceiba.
Cada muestra del reactivo imprescindible para verificar la bacteria debe adquirirse en el mercado internacional a un precio de 10 dólares. El criminal bloqueo impide la gestión de compra en Estados Unidos la cual debe hacerse en otros mercados y eleva los costos.
No pocos al observar el deprimente estado de los cítricos habaneros enfermos y sin demoler reciben la impresión de que han sido víctimas del abandono. Culpables de esa imagen negativa son la defoliación y la muerte de las ramas atacadas al dar frutos más pequeños deformados e invertir su coloración.
Los síntomas iniciales según los investigadores se presentan en una o varias ramas en partes del árbol cuyas hojas de color amarillo contrastan con el verdor de las restantes. En estadios muy avanzados se intensifica la caída de frutos el árbol frena su crecimiento y aparece el enanismo.
No dejarse vencer
Desde los primeros estragos de la devastadora enfermedad los trabajadores y especialistas juraron mantener vivos los cítricos y no dejarse vencer. Oscar Cruz Mesa director de la empresa de Ceiba de larga experiencia citrícola así lo corrobora.
Considera que si otros países han buscado alternativas y conviven con el llamado Dragón Amarillo —Brasil es un ejemplo— aquí también puede lograrse.
Pero ¿cómo hacerlo? Jesús Rebolledo al referirse al vivero comercial que atiende lo califica por su importancia como el «círculo infantil del cítrico». Su dotación la integran tres naves para el vivero multiplicador una para semillero y 10 con posturas de carácter comercial.
Explicó que el esquema en práctica es muy riguroso y exigente porque crea el sustento para iniciar la recuperación. Con estos requisitos afirma podemos garantizar la parte que nos corresponde. La cuestión es no lamentarse estimular el fomento de plantas y reemplazar las enfermas mediante el empleo de semillas certificadas que ya producen.
Pero no es lo único que se aplica. La medida incluye la inspección periódica para descubrir las plantas con síntomas el monitoreo sistemático del vector y la erradicación de las conocidas «plantas hospedantes».
Sin renunciar a ser el baluarte citrícola de pasados años los «finqueros» de las cuatro unidades que forman la entidad coinciden en la importancia de reiterar los muestreos.
Los investigadores han probado que la expresión de los síntomas viene después del periodo de incubación de la enfermedad el cual puede oscilar entre seis meses y un año.
A lo anterior se añade que al no ser simultáneas las infecciones solo se detectan en rastreos de comprobación. Y aunque exista el control del vector pudieran quedar insectos capaces de mantener la bacteria y diseminarla.
El cerco no está cerrado
Los reporteros de Granma dialogaron con trabajadores y técnicos. En ninguno encontraron señales de derrotismo. Ellos laboran con la intensidad que se necesita por el rescate gradual de los cítricos y este año esperan demoler y sembrar 120 hectáreas y asegurar a partir del 2011 en igual proceso más de 500 anuales.
Directivos del Ministerio de la Agricultura afirman que el organismo concentra la atención en las áreas de mayor potencial las de mejores rendimientos. Ese indicador que es clave descendió a 10 toneladas por hectárea en el 2009; el compromiso es llevarlo a 15 en el 2010 y promediar en los nuevos plantíos unas 30 toneladas por hectárea.
¿Han renunciado a las 96 000 toneladas del 2003?
Nuestra misión —responde el director— es que en fecha no lejana las tarimas de los mercados de la capital vuelvan a llenarse con el cítrico de Ceiba igualar la producción del 2003 y retomar la aspiración colectiva: alcanzar las 100 000 toneladas.
El plan de desarrollo de la entidad contempla despedir el 2015 con 3 000 hectáreas de cítricos y 1 000 de frutales sembradas. O sea el cerco es tenso pero puede romperse.
FUENTE: EL HABANERO


