Crear para crecer: un desarrollo hacia la Fruticultura de Precisión

Quien haya escuchado hablar en alguna oportunidad de la Agricultura de Precisión (AP) seguramente la haya asociado, en primera instancia, a cultivos como el maíz, la soja o el trigo. La realidad es que nos cuesta imaginar o encontrar experiencias de este estilo ligadas a la frutihorticultura. No obstante, la AP puede extenderse a cualquier tipo de producción y, gracias al impulso del INTA, en el Alto Valle está naciendo un desarrollo que puede cambiar la manera en que se entiende la actividad frutícola de la región.

En términos generales, la Agricultura de Precisión es aquella que nos permite observar, medir y actuar frente a la variabilidad que presentan los cultivos. ¿Y qué significa que un cultivo varíe? que ante distintas condiciones (clima, suelo, prácticas de siembra, situación hídrica) su rinde puede aumentar o disminuir.

La variabilidad de un cultivo depende de la variabilidad del suelo y de todas las condiciones de contexto, como alamedas (cortinas de álamos), el propio manejo del cultivo y las particularidades de cada planta. Ésta es la denominada variabilidad espacial. Pero además, estas condiciones cambian año a año, lo que se entiende como variabilidad temporal.

La Agricultura de Precisión nos ofrece datos concretos sobre el comportamiento de los entornos productivos para la posterior toma de decisiones con el objetivo de optimizar los rendimientos. Por ejemplo, nos permite saber si debemos regar más o menos, aplicar una mayor o menor cantidad de fertilizante, realizar recambio varietal o conocer los índices de salud del suelo. Todas estas decisiones no pueden tomarse “al voleo”, sino que requieren contar con información detallada y precisa para no generar problemas en el ambiente ni arruinar la producción.

Lo cierto es que ésta no es una situación muy común en Argentina (ni en el resto del mundo, para ser justos) cuando hablamos de fruticultura. La mayoría de las plantaciones todavía se trabajan de forma tradicional, sin disponer de mucha información sobre la variabilidad espacial y temporal que se presenta entre parcelas, lo que vuelve a las producciones menos eficaces de lo que podrían ser. Y, por lo tanto, menos rentables.

Sin embargo, casi sin hacer demasiado ruido, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) trabaja desde algunos años en un desarrollo que busca avanzar hacia estas prácticas vinculadas a la Agricultura de Precisión. Lo hace en el Alto Valle, región de nuestro país que se destaca por producir peras y manzanas de calidad, abasteciendo a un demandante mercado interno y un exigente mercado externo. Dónde más sino.

Revista InterNos viajó hasta Río Negro para conversar con Edgardo Benitez Piccini, Ingeniero Electrónico y jefe del Grupo de Ingeniería en Biosistemas de la Estación Experimental INTA Alto Valle, quien junto a su equipo trabaja en un sistema de mapeo de rendimientos para obtener información sobre los cultivos mediante geo localización.

¿En qué consiste este desarrollo? Benitez Piccini nos brinda un primer pantallazo: “Básicamente es un sistema de balanza que pesa la fruta a medida que se cosecha. Lo instalas en la plataforma de cosecha o en el medio que quieras, porque son celdas de carga. El display va integrado en una computadora con geo posición al peso, entonces a medida que avanza la cosecha, el dispositivo pesa automáticamente la fruta y coloca el punto geo posicionado en un mapa con referencias”.

Terminada la cosecha, obtendremos un mapa con “puntos” diferentes, que según su color y ubicación brindarán información precisa sobre el rendimiento de cada conjunto de plantas (es decir, un cuadro). El tramo que representa cada punto, explica nuestro entrevistado, se predetermina según lo disponen los ingenieros o productores que configuran el sistema en función de la plantación y cómo se trabaje en ella. Por ejemplo: un punto puede estar determinado cada cinco o cada dos metros (puede variar según las costumbres de cosecha que tenga cada cuadrilla). Esto es, el sistema “marca” el nivel de productividad de las plantas cada vez que se recorre esa distancia determinada. Si el punto es de color verde, el rendimiento fue alto; si es amarillo, la cosecha fue deficiente. Y si está en rojo, la cosecha fue mala. Además, este mapa devuelve el peso de cada punto para procesar estadística y analíticamente esa información y lograr mejores conclusiones del comportamiento.

De esta manera, la variabilidad se mide dentro del cuadro, cada año en la cosecha, identificando zonas de mayor y menor rendimiento para optimizar los recursos en función de esa variación. La Agricultura de Precisión busca sacar el mejor provecho de cada zona.

Técnicamente, los mapas de rendimientos son “la representación gráfica de la productividad de un lote en un ciclo productivo específico, donde se reflejan los diferentes niveles de rendimiento del cultivo”. En los cultivos extensivos, estos mapeos se generan a partir de sistemas integrados que se instalan en tractores o cosechadoras. Pero en fruticultura esto no es posible, ya que la cosecha se realiza manualmente y lo que se debe calcular es la cantidad de fruta que da una planta o un conjunto de plantas. Es un proceso mucho más puntual y complejo.

Las prácticas de poda, cosecha y raleo, entre otras, se realizan tradicionalmente con escaleras de madera que pesan entre 20 y 30 kilos. Trasladar la escalera innumerable cantidad de veces a medida que se avanza en la cosecha es un trabajo duro que requiere de un estado físico casi atlético. Este es uno de los motivos que ha generado una caída en la mano de obra de la actividad (muchos prefieren incluso el trabajo en la construcción). No obstante, en los últimos años algunas plantaciones han incorporado el uso de plataformas cosechadoras autopropulsadas, que actualmente se utilizan para tareas culturales y cosechas de frutos.

Estas plataformas (estructuras motorizadas que poseen “balcones” donde los operarios se paran para cosechar la fruta que luego colocan en los bines) permiten reducir el esfuerzo físico de los trabajadores e incrementar la productividad por operario. Quién comenzó a implementar esta tecnología en el Alto Valle fue Carlos Magdalena (ahora Director Regional del INTA Patagonia Norte) que importó desde Italia la primera plataforma y comenzó a trabajar en un proyecto de fruticultura de precisión. Además, fue quién dio el puntapié inicial para comenzar a fabricar este tipo de cosechadoras autopropulsadas en Argentina.

“En 2014 se armó un convenio con INTA y la Universidad de Comahue, donde se le aconsejó a la empresa Pazima, una empresa de Villa Regina, desarrollar y comercializar la plataforma con las modificaciones que se sugerían para el terreno específico de esta zona. El desarrollo se hizo y una empresa frutícola, La Deliciosa, invirtió en las primeras cuatro”. Desde ese momento para acá, se vendieron unas cuarenta plataformas y se han importado otras tantas, según detalla Benitez Piccini.

Por todos estos motivos, las plataformas autopropulsadas son actualmente las estructuras óptimas para instalar los sistemas de mapeo. Sin embargo, ante la heterogeneidad en la incorporación tecnológica de la región (no todas las plantaciones cuentan con esta maquinaria) el desarrollo del INTA se pensó para ser utilizado independientemente del medio en que se monta. “Podés usarlo en la plataforma, pero si tenés una camioneta y querés hacer que pese lo que lleva la caja, lo podés hacer. También con los carritos de cosecha, que se tiran desde un tractor y la gente va caminando y cosechando a un costado”.

Lo que Benitez Piccini explica es que este sistema está pensado para ser adaptable tanto a los “balcones” de las cosechadoras autopropulsadas como a los carritos de cosecha más tradicionales. “Uno va a poder adaptarlo a cualquier sistema, ya que es acomodar solamente la balanza para que pese la fruta”.

Si bien el proceso todavía se encuentra en un período de prueba experimental, su desarrollo –por ahora, pre comercial- entusiasma a propios y ajenos. “Quizás el año que viene tengamos el modelo comercial. Los tiempos lamentablemente son mucho más extensos de lo que uno desea. Imaginate que este proceso empezó en 2012, ya hace cinco años que estamos trabajando y todavía no lo logramos”. Las pruebas realizadas con este prototipo mapeador han logrado obtener índices que reflejan la variabilidad en la producción de algunas parcelas cosechadas. Sin embargo, hasta ahora, sólo son pruebas experimentales.

Además, antes de su lanzamiento comercial, se planea incorporar “tarjetas de proximidad” al sistema, las cuales se colocarían junto a los bines. Las mismas permitirían leer los movimientos de la plataforma: si el bin sube o baja, en qué cuadro lo hace, con cuántos kilos, en qué día y a qué horario, con cuáles operarios. Lo importante es que estos datos puedan, posteriormente, cruzarse con otra información para interpretar las distintas variables que presentan los cultivos y actuar en consecuencia.

¿Por qué avanzar hacia la Agricultura de Precisión? Los motivos no son pocos. Según entienden los profesionales del área, estas técnicas permiten el “manejo por ambientes”, donde se definen sub zonas dentro de los cultivos para luego aplicar a cada una de éstas la cantidad apropiada de insumos (fertilizantes o productos sanitarios). Como resultado de este tratamiento particular, es plausible maximizar el potencial productivo, hacer más eficientes los aportes externos y minimizar el impacto ambiental. Lo mismo sucede con las prácticas relacionadas a los manejos de los cultivos (como las tareas de monitoreo, poda y raleo, por ejemplo) donde todavía es muy limitada la posibilidad de aplicarlas en base a un conocimiento estadístico de rendimientos.

Actualmente el INTA se encuentra gestionando el financiamiento necesario para llevar adelante este desarrollo. La idea es que, posteriormente, la comercialización del mismo se dé mediante la integración a las plataformas autopropulsadas que fabrica Pazima. Sin embargo, Benitez Piccini aclara que también se buscará expandir esta tecnología al resto del mercado, poniéndola a disposición de las empresas que tengan intenciones y posibilidades de comercializarla en cantidades. “Queremos que haya competencia, porque se puede monopolizar fácilmente y puede aumentar su costo. Necesitamos que sea un sistema económico y accesible”.

Lograr un mapeo en las parcelas productivas de peras y manzanas implicaría un cambio de paradigma para el futuro de estos cultivos. “La idea es que de esto salga información que al productor le sirva y en unos años pueda mirar rendimientos, junto a otras variables, para saber qué decisiones tomar”.

Obtener una mayor cantidad de información puede modificar estructuralmente el sistema productivo tal cual lo conocemos hoy. “Creo que tenemos que apuntar a eso, a generar mucha información, masiva y precisa, que es lo que la electrónica nos permite hoy. Y a generar mapas para poder analizar un poco toda esa variabilidad de una manera más fácil. El concepto de fruticultura de precisión es meterse en la variabilidad”, concluyó Benitez Piccini.

Fuente: revistainternos.com.ar

2018-11-08T13:47:24-03:00

Crear para crecer: un desarrollo hacia la Fruticultura de Precisión

Quien haya escuchado hablar en alguna oportunidad de la Agricultura de Precisión (AP) seguramente la haya asociado, en primera instancia, a cultivos como el maíz, la soja o el trigo. La realidad es que nos cuesta imaginar o encontrar experiencias de este estilo ligadas a la frutihorticultura. No obstante, la AP puede extenderse a cualquier tipo de producción y, gracias al impulso del INTA, en el Alto Valle está naciendo un desarrollo que puede cambiar la manera en que se entiende la actividad frutícola de la región.

En términos generales, la Agricultura de Precisión es aquella que nos permite observar, medir y actuar frente a la variabilidad que presentan los cultivos. ¿Y qué significa que un cultivo varíe? que ante distintas condiciones (clima, suelo, prácticas de siembra, situación hídrica) su rinde puede aumentar o disminuir.

La variabilidad de un cultivo depende de la variabilidad del suelo y de todas las condiciones de contexto, como alamedas (cortinas de álamos), el propio manejo del cultivo y las particularidades de cada planta. Ésta es la denominada variabilidad espacial. Pero además, estas condiciones cambian año a año, lo que se entiende como variabilidad temporal.

La Agricultura de Precisión nos ofrece datos concretos sobre el comportamiento de los entornos productivos para la posterior toma de decisiones con el objetivo de optimizar los rendimientos. Por ejemplo, nos permite saber si debemos regar más o menos, aplicar una mayor o menor cantidad de fertilizante, realizar recambio varietal o conocer los índices de salud del suelo. Todas estas decisiones no pueden tomarse “al voleo”, sino que requieren contar con información detallada y precisa para no generar problemas en el ambiente ni arruinar la producción.

Lo cierto es que ésta no es una situación muy común en Argentina (ni en el resto del mundo, para ser justos) cuando hablamos de fruticultura. La mayoría de las plantaciones todavía se trabajan de forma tradicional, sin disponer de mucha información sobre la variabilidad espacial y temporal que se presenta entre parcelas, lo que vuelve a las producciones menos eficaces de lo que podrían ser. Y, por lo tanto, menos rentables.

Sin embargo, casi sin hacer demasiado ruido, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) trabaja desde algunos años en un desarrollo que busca avanzar hacia estas prácticas vinculadas a la Agricultura de Precisión. Lo hace en el Alto Valle, región de nuestro país que se destaca por producir peras y manzanas de calidad, abasteciendo a un demandante mercado interno y un exigente mercado externo. Dónde más sino.

Revista InterNos viajó hasta Río Negro para conversar con Edgardo Benitez Piccini, Ingeniero Electrónico y jefe del Grupo de Ingeniería en Biosistemas de la Estación Experimental INTA Alto Valle, quien junto a su equipo trabaja en un sistema de mapeo de rendimientos para obtener información sobre los cultivos mediante geo localización.

¿En qué consiste este desarrollo? Benitez Piccini nos brinda un primer pantallazo: “Básicamente es un sistema de balanza que pesa la fruta a medida que se cosecha. Lo instalas en la plataforma de cosecha o en el medio que quieras, porque son celdas de carga. El display va integrado en una computadora con geo posición al peso, entonces a medida que avanza la cosecha, el dispositivo pesa automáticamente la fruta y coloca el punto geo posicionado en un mapa con referencias”.

Terminada la cosecha, obtendremos un mapa con “puntos” diferentes, que según su color y ubicación brindarán información precisa sobre el rendimiento de cada conjunto de plantas (es decir, un cuadro). El tramo que representa cada punto, explica nuestro entrevistado, se predetermina según lo disponen los ingenieros o productores que configuran el sistema en función de la plantación y cómo se trabaje en ella. Por ejemplo: un punto puede estar determinado cada cinco o cada dos metros (puede variar según las costumbres de cosecha que tenga cada cuadrilla). Esto es, el sistema “marca” el nivel de productividad de las plantas cada vez que se recorre esa distancia determinada. Si el punto es de color verde, el rendimiento fue alto; si es amarillo, la cosecha fue deficiente. Y si está en rojo, la cosecha fue mala. Además, este mapa devuelve el peso de cada punto para procesar estadística y analíticamente esa información y lograr mejores conclusiones del comportamiento.

De esta manera, la variabilidad se mide dentro del cuadro, cada año en la cosecha, identificando zonas de mayor y menor rendimiento para optimizar los recursos en función de esa variación. La Agricultura de Precisión busca sacar el mejor provecho de cada zona.

Técnicamente, los mapas de rendimientos son “la representación gráfica de la productividad de un lote en un ciclo productivo específico, donde se reflejan los diferentes niveles de rendimiento del cultivo”. En los cultivos extensivos, estos mapeos se generan a partir de sistemas integrados que se instalan en tractores o cosechadoras. Pero en fruticultura esto no es posible, ya que la cosecha se realiza manualmente y lo que se debe calcular es la cantidad de fruta que da una planta o un conjunto de plantas. Es un proceso mucho más puntual y complejo.

Las prácticas de poda, cosecha y raleo, entre otras, se realizan tradicionalmente con escaleras de madera que pesan entre 20 y 30 kilos. Trasladar la escalera innumerable cantidad de veces a medida que se avanza en la cosecha es un trabajo duro que requiere de un estado físico casi atlético. Este es uno de los motivos que ha generado una caída en la mano de obra de la actividad (muchos prefieren incluso el trabajo en la construcción). No obstante, en los últimos años algunas plantaciones han incorporado el uso de plataformas cosechadoras autopropulsadas, que actualmente se utilizan para tareas culturales y cosechas de frutos.

Estas plataformas (estructuras motorizadas que poseen “balcones” donde los operarios se paran para cosechar la fruta que luego colocan en los bines) permiten reducir el esfuerzo físico de los trabajadores e incrementar la productividad por operario. Quién comenzó a implementar esta tecnología en el Alto Valle fue Carlos Magdalena (ahora Director Regional del INTA Patagonia Norte) que importó desde Italia la primera plataforma y comenzó a trabajar en un proyecto de fruticultura de precisión. Además, fue quién dio el puntapié inicial para comenzar a fabricar este tipo de cosechadoras autopropulsadas en Argentina.

“En 2014 se armó un convenio con INTA y la Universidad de Comahue, donde se le aconsejó a la empresa Pazima, una empresa de Villa Regina, desarrollar y comercializar la plataforma con las modificaciones que se sugerían para el terreno específico de esta zona. El desarrollo se hizo y una empresa frutícola, La Deliciosa, invirtió en las primeras cuatro”. Desde ese momento para acá, se vendieron unas cuarenta plataformas y se han importado otras tantas, según detalla Benitez Piccini.

Por todos estos motivos, las plataformas autopropulsadas son actualmente las estructuras óptimas para instalar los sistemas de mapeo. Sin embargo, ante la heterogeneidad en la incorporación tecnológica de la región (no todas las plantaciones cuentan con esta maquinaria) el desarrollo del INTA se pensó para ser utilizado independientemente del medio en que se monta. “Podés usarlo en la plataforma, pero si tenés una camioneta y querés hacer que pese lo que lleva la caja, lo podés hacer. También con los carritos de cosecha, que se tiran desde un tractor y la gente va caminando y cosechando a un costado”.

Lo que Benitez Piccini explica es que este sistema está pensado para ser adaptable tanto a los “balcones” de las cosechadoras autopropulsadas como a los carritos de cosecha más tradicionales. “Uno va a poder adaptarlo a cualquier sistema, ya que es acomodar solamente la balanza para que pese la fruta”.

Si bien el proceso todavía se encuentra en un período de prueba experimental, su desarrollo –por ahora, pre comercial- entusiasma a propios y ajenos. “Quizás el año que viene tengamos el modelo comercial. Los tiempos lamentablemente son mucho más extensos de lo que uno desea. Imaginate que este proceso empezó en 2012, ya hace cinco años que estamos trabajando y todavía no lo logramos”. Las pruebas realizadas con este prototipo mapeador han logrado obtener índices que reflejan la variabilidad en la producción de algunas parcelas cosechadas. Sin embargo, hasta ahora, sólo son pruebas experimentales.

Además, antes de su lanzamiento comercial, se planea incorporar “tarjetas de proximidad” al sistema, las cuales se colocarían junto a los bines. Las mismas permitirían leer los movimientos de la plataforma: si el bin sube o baja, en qué cuadro lo hace, con cuántos kilos, en qué día y a qué horario, con cuáles operarios. Lo importante es que estos datos puedan, posteriormente, cruzarse con otra información para interpretar las distintas variables que presentan los cultivos y actuar en consecuencia.

¿Por qué avanzar hacia la Agricultura de Precisión? Los motivos no son pocos. Según entienden los profesionales del área, estas técnicas permiten el “manejo por ambientes”, donde se definen sub zonas dentro de los cultivos para luego aplicar a cada una de éstas la cantidad apropiada de insumos (fertilizantes o productos sanitarios). Como resultado de este tratamiento particular, es plausible maximizar el potencial productivo, hacer más eficientes los aportes externos y minimizar el impacto ambiental. Lo mismo sucede con las prácticas relacionadas a los manejos de los cultivos (como las tareas de monitoreo, poda y raleo, por ejemplo) donde todavía es muy limitada la posibilidad de aplicarlas en base a un conocimiento estadístico de rendimientos.

Actualmente el INTA se encuentra gestionando el financiamiento necesario para llevar adelante este desarrollo. La idea es que, posteriormente, la comercialización del mismo se dé mediante la integración a las plataformas autopropulsadas que fabrica Pazima. Sin embargo, Benitez Piccini aclara que también se buscará expandir esta tecnología al resto del mercado, poniéndola a disposición de las empresas que tengan intenciones y posibilidades de comercializarla en cantidades. “Queremos que haya competencia, porque se puede monopolizar fácilmente y puede aumentar su costo. Necesitamos que sea un sistema económico y accesible”.

Lograr un mapeo en las parcelas productivas de peras y manzanas implicaría un cambio de paradigma para el futuro de estos cultivos. “La idea es que de esto salga información que al productor le sirva y en unos años pueda mirar rendimientos, junto a otras variables, para saber qué decisiones tomar”.

Obtener una mayor cantidad de información puede modificar estructuralmente el sistema productivo tal cual lo conocemos hoy. “Creo que tenemos que apuntar a eso, a generar mucha información, masiva y precisa, que es lo que la electrónica nos permite hoy. Y a generar mapas para poder analizar un poco toda esa variabilidad de una manera más fácil. El concepto de fruticultura de precisión es meterse en la variabilidad”, concluyó Benitez Piccini.

Fuente: revistainternos.com.ar

2018-11-08T13:47:24-03:00
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