Los Hernández, en Santa Fe, fabrican equipos destinados a la industria citrícola. Gracias a su vasta experiencia exportan a varios destinos y, desde hace cuatro años, venden a Sudáfrica.
La citricultura argentina es una producción regional de exportación, reconocida y valorada por su calidad a nivel global. Como actividad tradicional también está allanando el camino para que la tecnología local llegue a múltiples sitios.
Ingecon es otro de los casos que demuestra que…Sí, se puede. Que sí se puede exportar conocimiento argentino y desarrollo agroindustrial.
Ingeniería y Construcciones Industriales (Ingecon) es una empresa familiar de Santa Fe capital. Sus dueños, los Hernández, fabrican diversos equipos para la industria citrícola, pero su fuerte, ese que los llevó a exportar, son los equipos concentradores de jugo de fruta.
“Nosotros fabricamos lo que sería el corazón de una industria citrícola porque es lo que marca el ritmo de la producción del jugo concentrado”, define Carlos Hernández, ingeniero químico, hijo de Oscar, también con la misma profesión. Oscar es el fundador de la empresa.
En diálogo con Clarín Rural, Carlos contó su experiencia y lo que para ellos representa llegar con sus equipos a un destino tan lejano como Sudáfrica, sitio al cual están por entregar dos concentradores de jugo de fruta en menos de un mes.
Luego del exprimido y la separación de la pulpa, los concentradores evaporan el agua que tiene el jugo. Eso proceso genera un líquido viscoso que se congela, es lo que finalmente se exporta y lo que adquieren empresas de bebidas globales.
“No es un producto listo para tomar. Comúnmente, el jugo concentrado se utiliza para formular distintos tipos de productos. Entre las ventajas de quitar el agua está que el jugo concentrado se puede conservar por más tiempo sin que se pierdan sus propiedades. Además, se puede exportar más jugo porque la industria lo concentra hasta diez veces. Así se despacha un tambor de 200 litros con concentrado en lugar de diez tambores que tienen jugo y una alta proporción de agua”, explica Hernández.
El jugo concentrado, así como las esencias, los aceites o las cáscaras, es otro de los tantos subproductos de la industria cítrica que tiene valor agregado.
La empresa tiene toda una historia de trabajo con diversas citrícolas del país ya que Oscar empezó a fabricar equipos para esta industria hace cuarenta años. En su curriculum hay importantes firmas locales.
Con tanta experiencia adquirida fabricando evaporadores, recuperadores de aromas y esencias, pasteurizadores o destiladores para la industria del citrus, en la campaña 2006/07 comenzaron a trabajar con la citrícola San Miguel. Para ellos fue un antes y un después.
“Representó la primera empresa importante con la que trabajamos en Tucumán. Ellos querían encarar una serie de inversiones y mejoras en la fábrica”, recuerda Carlos. Así hicieron pie en una provincia limonera por excelencia y la que más está demandando tecnología actualmente.
Varios años de trabajo con esta citrícola fue el ticket de viaje de Ingecon a Sudáfrica en el 2014. En el país africano, la citrícola argentina tiene operaciones propias.
Entonces, Ingecon llegó para hacer reparaciones en un evaporador de la firma Venco. La primera misión que tuvieron en ese país, detalla Hernández, era volver a poner en uso un viejo equipo concentrador de 30 años de antigüedad, en desuso y arrumbado en el rincón de una fábrica. Ahí cotizaron el trabajo, usaron piezas sudafricanas en la reparación y el evaporador quedó trabajando como uno nuevo.
“Gracias a esto quedó una gran confianza con los gerentes de la fábrica citrícola. Ahora, uno de los equipos que estamos terminando va para Venco y el otro para Cape Fruit Processors”, detalla Carlos. Esta última es la empresa procesadora de jugos más importante de Sudáfrica.
Como todo empresa familiar que arranca desde abajo, los Hernández conservan ese ejercicio diario de recorrer la fábrica. Están atentos a los detalles porque saben el rol fundamental que cumplen los equipos que fabrican. Un evaporador, como los que exportan a África, implica seis meses de trabajo y no se pueden permitir errores.
También, un equipo terminado con excelencia es otra forma fidelizar al cliente, reconoce Carlos. Ellos terminan evaporadores grandes y chicos. Los más grandes tienen cuatro metros cuadrados de base y 20 metros de alto, y se llegan a tener un precios de 800.000 dólares.
“Esta herramienta se fabrica y termina recostada. Se traslada horizontal en camiones especiales y se la instala con unas tres grúas en fábrica. En ese momento, recién se suelda al piso”, apunta el técnico.
Hacer pie en Sudáfrica le permitió a Ingecon ver el potencial de crecimiento en ese país.
“Allá hay una posibilidad de desarrollo muy importante para nosotros. Pienso que están tecnológicamente como Argentina hace 15 años. Falta tecnología y desarrollo industrial, pero tienen la ventaja que su mano de obra es muy barata”, comenta el técnico sobre esa realidad. Tiene conocimiento para afirmarlo ya que con la empresa viaja instalando equipo a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Perú.
Sobre la realidad de citricultura local, Carlos deja la reflexión final: “Se está invirtiendo más en tecnología de fábrica que en plantaciones. Para mí, como industrial, es positivo pero a la larga no es sostenible. Además es un momento crucial por el temor general que hay por la entrada de la bacteria HLB, destructiva de plantaciones enteras. Igualmente, considero que el sector está firme y tiene excelentes perspectivas”.
Fuente: Clarin Rural